




Para Yujúl Forero habitante del barrio Baltazar, el rio Combeima ha sido su vecino por más de 25 años. Sabe que es una fuente vida, pero también una amenaza que ha tenido que sortear.
Fue el 4 de junio del año 1987. Desde entonces no había vuelto a ver y sufrir la furia de las torrenciales y corrientosas aguas. Este jueves cuando regresaba de una cita médica la historia se repitió.
El llanto, es la expresión de la impotencia. De la incertidumbre por su futuro y el de su familia. De nuevo no sabe qué hacer y si el Estado está vez llegará con una solución o por lo menos con una ayuda.
Barrer, sacar el lodo, limpiar los pocos muebles que le queda y pedir a Dios que las lluvias no potencien la fuerza destructora de su vecino es por ahora la única alternativa de esta familia que sufre por su condición de vulnerabilidad y la falta de una política clara para la reubicación.


