Este martes, la carretera que conecta a Ibagué con Alvarado volvió a ser escenario de la tragedia: tres accidentes en menos de 24 horas, el más reciente en el kilómetro 15, donde una motocicleta y un vehículo colisionaron por una maniobra imprudente. Dos personas terminaron en un centro asistencial. La pregunta es inevitable: ¿qué está pasando en esta vía y por qué no hay respuestas contundentes?
No se trata de hechos aislados. Cada semana se suman reportes de siniestros en este tramo, mientras la presencia institucional parece limitarse a llegar después del impacto, tomar fotografías, levantar el informe y reabrir el paso. ¿Dónde están las campañas preventivas? ¿Dónde están los controles de velocidad, las cámaras, la señalización efectiva, la educación vial?
La concesionaria, responsable del mantenimiento y la operación, guarda silencio frente a una realidad que cobra heridos —y en ocasiones, vidas—. ¿Acaso la gestión se mide solo en metros pavimentados y no en vidas protegidas?
La vía Ibagué – Alvarado necesita más que cinta reflectiva y promesas. Necesita una intervención integral, urgente, decidida. Porque mientras las autoridades miran hacia otro lado, en el asfalto se siguen escribiendo historias de dolor.