En marzo de 2022, el entonces gobernador del Tolima, José Ricardo Orozco Valero, visitó el municipio de Dolores con un mensaje esperanzador: se iniciarían las obras para recuperar el corredor vial Prado – Dolores – Alpujarra, una ruta estratégica para la región. La inversión, según el mandatario, vendría respaldada por recursos de regalías y avales del Ministerio de Transporte y del Departamento Nacional de Planeación. Prometió no jugar con la necesidad de la gente ni convertir la infraestructura en discurso político.
Tres años después, y con una nueva administración al frente, la realidad es otra: la vía está más destruida que nunca. En abril de 2025, los tramos de Los Guásimos, El Calvario y Ata se han convertido en auténticos calvarios para el transporte local. La comunidad, sobre todo el gremio de transportadores de Dolores y Alpujarra, denuncia el total abandono institucional y la inexistente ejecución de lo anunciado.
En julio de 2024, la gobernadora Adriana Magali Matiz también protagonizó un acto simbólico que prometía cambiar el panorama: el inicio de obras por más de $30.000 millones, con trabajos en 6,5 kilómetros distribuidos entre Prado, Dolores y Alpujarra. Pero más allá de las cámaras, los discursos y los compromisos, en el terreno no se han visto resultados tangibles. El deterioro avanza, las lluvias empeoran la transitabilidad y las promesas se las llevó el barro.
El proyecto original, dividido en tres tramos, hablaba de alcantarillas, muros de contención, rocería y obras hidráulicas. Pero en la práctica, los únicos elementos visibles son huecos, derrumbes y tramos intransitables. Las justificaciones técnicas, como los estudios mal formulados de 2014 y la lenta actualización de diseños, se han convertido en una constante excusa que los habitantes ya no aceptan.
“La economía local está paralizada, los campesinos no pueden sacar sus productos, y los transportadores están arriesgando sus vehículos y sus vidas”, denuncia Fernando Vásquez, habitante de la región que en su momento defendió la importancia del proyecto. Hoy su voz, como la de muchos, se eleva en frustración.
La vía Prado – Dolores – Alpujarra, lejos de ser un eje de desarrollo, se ha transformado en una herida abierta en el sur del Tolima, testimonio de un modelo político que prioriza el titular sobre el resultado y que promete más de lo que cumple. La comunidad exige hechos, no más papeles, ni ruedas de prensa. Porque cuando las llantas se atascan en el barro, no hay discurso que saque a la región del abandono.