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A 39 Años de la Tragedia de Armero, Gildardo Montaño sigue buscando a sus hermanos desaparecidos

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El 13 de noviembre de 1985, el volcán Nevado del Ruiz hizo erupción, desatando una avalancha de lodo que sepultó por completo el pueblo de Armero, en el departamento del Tolima. Esa tragedia cobró la vida de más de 20,000 personas, y la huella de esa catástrofe sigue viva en quienes sobrevivieron y en aquellos que aún buscan respuestas. Uno de esos sobrevivientes es Gildardo Montaño Vargas, quien sigue buscando a sus hermanas desaparecidas, 39 años después de la tragedia.

En una emotiva entrevista realizada para la Alianza Informativa del Canal PYC TV y la Emisora la Voz del Tolima, Gildardo comparte su testimonio sobre cómo el fatídico 13 de noviembre transformó su vida para siempre.

 

El 13 de noviembre de 1985: Un día que nunca olvidará

Ese día, Gildardo tenía apenas 11 años. Como muchos niños de Armero, había pasado la mañana en la escuela y por la tarde entrenaba con su hermano en el estadio del pueblo. “A eso de las 4:30 o 5 de la tarde comenzó a caer mucha ceniza del volcán, se oscureció y el olor a azufre se hizo muy fuerte. Fue entonces cuando nos dijeron que nos fuéramos a casa”, recuerda.

Esa noche, la familia de Gildardo se preparaba para lo peor, pues la ceniza seguía cayendo y la lluvia comenzaba a incrementar. Sin embargo, fue a las 4 de la mañana cuando el caos se desató. El río Lagunilla se desbordó y la avalancha de lodo comenzó a cubrir todo el pueblo.

 

La huida y la separación

“Mi mamá nos dijo que saliéramos corriendo, que venía la avalancha”, relata Gildardo. La familia se dirigió hacia el cementerio, un lugar que muchos de los sobrevivientes utilizaron como ruta de escape. “Nos subimos a un carro tanque, pero no avanzamos mucho, el lodo bloqueó el camino. Fue cuando me separé de mi madre y mis hermanos. Corrí a ciegas en la oscuridad, tratando de volver al pueblo, pero el lodo me alcanzó y me empujó contra el hospital psiquiátrico. Ahí, el barro me cubrió por completo”, explica.

El miedo, el caos y la desesperación se apoderaron de él. “Sentí que me ahogaba, pero luché por respirar y no dejarme arrastrar por la corriente”, cuenta Gildardo, quien después de varios minutos de lucha logró sobrevivir.

 

El rescate y la búsqueda de sus seres queridos

El camino hacia la supervivencia no fue fácil. Gildardo fue rescatado por un grupo de socorristas después de varias horas de angustia. Sin embargo, la suerte no fue la misma para todos. Mientras él luchaba por mantenerse a salvo, su madre, que también estaba atrapada bajo el lodo, luchaba por sobrevivir.

“Mi mamá estuvo enterrada hasta el cuello durante varios días. Estaba muy golpeada, con cuatro costillas rotas. Pero ella nunca perdió la esperanza. Estuvo gritando desesperadamente por ayuda hasta que finalmente unos socorristas la encontraron”, recuerda con emoción.

A pesar de las dificultades, Gildardo y varios miembros de su familia lograron reunirse en Bogotá, aunque el dolor por la pérdida de sus hermanos, Calixto y María Obdulia, persiste. “Mis hermanos no pudieron ser encontrados. Creo que fallecieron, y aunque el tiempo ha pasado, sigo esperando algún día poder encontrar algún rastro de ellos”, afirma con voz firme, aunque marcada por la tristeza.

 

39 años de esperanza y búsqueda

El paso de los años no ha mermado la esperanza de Gildardo. La búsqueda de sus hermanos desaparecidos sigue siendo una prioridad. A lo largo de los años, ha visitado diversas localidades como Ambalema, en busca de pistas sobre su hermano Calixto. “En los últimos años ha habido casos de reencuentros entre personas que se creían perdidas, incluso algunas fueron llevadas al extranjero y se encontraron con sus familiares. Por eso sigo buscando”, explica con una mezcla de esperanza y dolor.

Gildardo también hace un llamado a cualquier persona que pueda tener información sobre el paradero de sus hermanos. “Si alguien sabe algo de mi hermana María Obdulia o de mi hermano Calixto, por favor comuníquese conmigo. Mi número de teléfono es 311 256 8323. Agradecería mucho cualquier pista que me ayude a encontrarlos”, concluye.

 

Resiliencia y un llamado a la memoria

Hoy, 39 años después, Gildardo vive en Fusagasugá, en el barrio Villa Armerita, una comunidad formada por sobrevivientes de la tragedia. A pesar de todo lo vivido, la resiliencia ha sido una de las lecciones más grandes que ha aprendido. “El pueblo de Armero ya no existe, pero nosotros, los sobrevivientes, seguimos adelante. No podemos olvidar lo que pasó, porque es importante para las futuras generaciones entender el dolor de aquellos que perdieron a sus seres queridos, pero también la fortaleza de los que seguimos aquí”, reflexiona.

La tragedia de Armero sigue siendo una herida abierta en la historia de Colombia, pero también un testimonio de la resistencia humana y de la esperanza que, incluso después de tantas décadas, sigue viva. La búsqueda de Gildardo por sus hermanos es un recordatorio de que, a pesar del tiempo, la memoria y la esperanza nunca deben ser enterradas, tal como ocurrió con el pueblo de Armero.

Gildardo Montaño

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