
El partido comenzó con drama. Apenas corrían tres minutos cuando Alex Castro, viejo conocido de los pijaos, vio la tarjeta roja tras una fuerte falta sobre Hurtado. Los azules quedaron condicionados desde temprano, pero el guion parecía sonreírles: un error del arquero Fermarin, que soltó la pelota en un intento de saque rápido, terminó en los pies de un jugador azul, quien no perdonó y puso el 0-1.
Lejos de caer, Tolima reaccionó con jerarquía. Samuel Velásquez, dueño absoluto de la banda izquierda, tejió la primera gran jugada: centro medido al minuto 32 y Bryan Rovira, de cabeza, devolvió la calma con el 1-1. El empate encendió más a los locales, que no bajaron el ritmo. Y cuando moría la primera parte, al 47, nuevamente Rovira apareció, pero esta vez con una joya desde fuera del área: un derechazo cruzado al ángulo que se convirtió en el golazo de la noche y en su doblete personal. El Murillo Toro explotó con el 2-1.
El segundo tiempo mantuvo la misma tendencia: Tolima dominando y Millonarios resistiendo como podía. Al minuto 62, Yorman Hurtado parecía liquidar el pleito con un cabezazo tras centro de Kevin Pérez, pero el VAR llamó al juez Roldán, quien anuló la acción por falta previa.
La falta de definición mantuvo con cierta intriga a la tribuna, que por momentos temió una sorpresa de los azules. Sin embargo, al 78 apareció el goleador Lencina, quien empujó un balón a ras de piso para sellar el 3-1 definitivo. El grito retumbó en Ibagué como sentencia: la fiesta era pijao.
El marcador refleja más que tres puntos. Tolima fue superior de principio a fin, sumó su quinto partido consecutivo sin perder y, de manera transitoria, se ubicó en la segunda casilla con 13 unidades. Del otro lado, Millonarios se hunde en dudas, con una hinchada que ya pide la cabeza de David González.
En la noche de Ibagué hubo baile, pero no fue azul: fue vinotinto y oro.