La Navidad, la época más esperada del año, está llena de risas, luces, y celebraciones familiares. Es un tiempo en el que las calles se llenan de colores y los cielos estallan en una danza de fuegos artificiales. Pero, en medio de la euforia, hay una tragedia silenciosa que se repite año tras año: los accidentes por el uso de la pólvora. Un recordatorio de los peligros ocultos en lo que muchos consideran una simple tradición.
Diego Vargas, un hombre que nunca imaginó que una noche de fiesta cambiaría su vida para siempre, nos comparte su desgarrador testimonio, una historia que debería hacernos reflexionar sobre el precio de la pólvora en nuestras celebraciones.
Todo comenzó como una típica reunión navideña. Las risas, la comida, los abrazos, el calor de la familia. Como en muchas casas, las festividades no podían faltar sin los tradicionales voladores. Diego, como tantos otros, se unió a la quema sin pensar en las consecuencias. “Pensé que no me iba a pasar”, recuerda. Pero las celebraciones, como tantas veces, fueron escalando rápidamente.
La noche avanzaba, y con ella, la tentación de ir más allá de los voladores. En lugar de dar por terminada la fiesta, comenzaron a quemar mechas, uno de los artefactos más peligrosos. Fue en ese momento, mientras intentaba encender uno de esos dispositivos, cuando la tragedia golpeó.
Una chispa, una pequeña chispa encendió las demás bolsas de pólvora que Diego tenía en la mano. En un abrir y cerrar de ojos, su cuerpo sufrió las consecuencias. La explosión destrozó su mano izquierda, dejando los dedos gravemente heridos. Pero el daño no se quedó allí: la onda expansiva afectó también su abdomen, perforando su colon. “Lo peor no fue solo la mano, fue todo lo que ocurrió después”, dice Diego, mientras recuerda el sufrimiento físico y emocional que vivió en ese momento. La pérdida de sangre fue tan extrema que Diego perdió el conocimiento y, en medio de la angustia, fue trasladado de emergencia al hospital Federico Lleras en Ibagué, donde comenzó una lucha desesperada por su vida. “Me desmayé al llegar”, recuerda con angustia, mientras las horas de cirugía y la incertidumbre se apoderaban de su familia. Después de la amputación de su mano y la cirugía de emergencia en su abdomen, los médicos descubrieron que su colon estaba perforado. Tres días después de la explosión, los médicos dijeron a su madre que se despidiera de él, pues la situación era crítica. Sin embargo, gracias a la voluntad de Diego y a la ayuda divina, logró sobrevivir.
Lo que parecía el final, fue solo el principio de una lucha por la vida. Tras varias cirugías, los médicos le amputaron la mano izquierda y lograron estabilizar su situación, pero el daño interno fue devastador. La perforación de su colon le provocó una infección tan grave que, tres días después de la explosión, estuvo al borde de la muerte. “Me tuvieron que hacer una colostomía y estuve 25 días en coma inducido”, recuerda con dolor, pero también con gratitud por estar vivo.
A pesar de las tragedias físicas y emocionales que enfrentó, Diego salió adelante gracias a la voluntad de vivir, la ayuda médica y el apoyo de su familia. Su recuperación fue larga y difícil, pero su historia no terminó en tragedia. Hoy, Diego ha convertido su dolor en un mensaje de prevención. “Lo más importante es que nadie más pase por lo que yo viví. La pólvora puede destruir vidas, pero también podemos evitarlo si tomamos conciencia”, enfatiza.
El testimonio de Diego no es un caso aislado. Cada año, las estadísticas de accidentes por pólvora son alarmantes. Niños, adultos y animales sufren las consecuencias de una tradición que, aunque divertida, es peligrosa. La pólvora, lejos de ser un simple artefacto de diversión, puede alterar la vida de una persona en segundos. Por eso, es fundamental que todos tomemos conciencia del riesgo que implica y que busquemos formas más seguras y responsables de celebrar.
El llamado de Diego es claro: no pongamos en peligro nuestras vidas por un instante de placer. “Nada vale la pena si arriesgamos nuestra seguridad y la de los demás. Celebremos con amor, con alegría, pero sin pólvora”, subraya con firmeza.