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Petro: Gobernar desde el conflicto permanente

El presidente Gustavo Petro recurre a una estrategia ya usada por líderes como Trump, Chávez o Uribe: crear enemigos constantes, incluso dentro de su propio gobierno, para sostener su poder desde la confrontación.

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“Es difícil poder entender lo que pasa dentro del gobierno y dentro de la cabeza del presidente Gustavo Petro.” Así arranca su análisis el periodista Darío Fernando Patiño, columnista de la Alianza Informativa del Canal PYC Televisión y La Voz del Tolima, en una reflexión que va más allá del simple comentario político para convertirse en un diagnóstico certero del estilo de gobierno que hoy atraviesa a Colombia.

Lo que Patiño plantea no es un fenómeno nuevo en América Latina. De hecho, lo ubica en un patrón ya utilizado por mandatarios de diversas tendencias ideológicas, “bien sea de izquierda o de derecha”, que optan por declarar una guerra política constante como estrategia de supervivencia. En su columna, recuerda cómo esa misma lógica se vio en Donald Trump en EE. UU., Álvaro Uribe en Colombia, Rafael Correa en Ecuador y, con mayor intensidad, en Hugo Chávez y Nicolás Maduro en Venezuela. Todos ellos, en algún momento de sus mandatos, eligieron gobernar desde la confrontación, sembrando desconfianza y señalando enemigos internos y externos por igual.

En el caso de Petro, esa estrategia parece haberse convertido en el centro de su mandato. “Declararse en guerra con todo el mundo, tener enemigos por todas partes y conspiraciones por todos lados”, es parte del libreto. El mandatario no solo se enfrenta a la oposición, sino también a las Cortes, el Congreso, el Banco de la República, las EPS, los medios de comunicación, y —lo más insólito— a su propio gabinete.

“El presidente Petro no solamente regaña, sino que al momento los echa.” La frase de Patiño cobra peso al observar cómo ministros y funcionarios son descalificados públicamente, como ocurrió con el ministro de Igualdad, acusado de racismo y homofobia por no acatar una instrucción presidencial, o como se evidenció con el caso de Jorge Iván González, exdirector del Departamento Nacional de Planeación, a quien se le desechó su trabajo sin mayor explicación. González —a quien en los círculos económicos llaman “el sabio”— relató cómo Petro “ignoraba y maltrataba” a quienes aportaban visión técnica, dejando en evidencia un desprecio por la experticia y el debate.

Frente a estas decisiones, el gobierno se ha ido quedando sin equipo. Como advierte Patiño: “vamos a quedar con un gobierno básicamente de cinco o seis patas.” Un círculo cerrado de confianza, entre los que se encuentran algunos ministros leales y asesores cercanos, mientras el resto del gabinete vive bajo la sombra de una posible destitución.
Pero quizá la frase más inquietante del análisis de Patiño sea esta: “El presidente ha demostrado que no necesita gobernar, que lo que necesita es pelear.” En esa dinámica, el país avanza entre escándalos, crisis ministeriales, denuncias de complots y supuestas traiciones internas. La narrativa del “todos contra mí” se convierte en combustible político, aunque a costa de la estabilidad institucional y del rumbo del Estado.

La pregunta que queda en el aire es si Colombia podrá resistir un gobierno cuya prioridad no parece ser construir consensos o implementar reformas, sino mantenerse atrincherado en la confrontación. Porque si algo ha demostrado la historia —como lo muestran los casos de otros mandatarios mencionados— es que gobernar desde el conflicto puede dar réditos políticos a corto plazo, pero casi siempre deja tras de sí un país más polarizado, más frágil y profundamente dividido.

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