En la tarde del viernes 16 de agosto, cuando las llamas voraces consumían un sector comercial en la concurrida carrera Quinta de Ibagué, una historia de valentía y compasión se gestaba en medio del caos. Yurani Vanegas, una rescatista y activista animalista reconocida en la ciudad, se convirtió en la protagonista de un milagro de vida que pocos olvidarán.
El reloj marcaba las 1:40 p.m. cuando el incendio comenzó a devorar todo a su paso. La rápida expansión del fuego dejó a 16 comerciantes en la ruina, mientras las autoridades y los bomberos luchaban incansablemente por controlar las llamas. Pero, entre el humo y la devastación, Yurani recibió una llamada que la impulsó a actuar sin vacilar.
Lejos de la escena, en la tranquilidad de su hogar, Yurani y su compañero de rescates se enteraron de que varios animales estaban atrapados en una de las edificaciones en llamas. Sin perder un segundo, tomaron lo que tenían a mano —guantes y un tapabocas— y se dirigieron al lugar.
Al llegar, la situación era caótica. Entre las voces desesperadas y el estruendo del fuego, les informaron que dos gatos habían quedado atrapados en el segundo piso de una vivienda. Solo uno había logrado escapar, pero la otra, una gata, seguía adentro. Decidida a salvarla, Yurani no dudó en subirse a una escalera, proporcionada por los bomberos, para acceder al segundo piso.
El humo espesaba el aire y la estructura amenazaba con colapsar. Yurani buscaba desesperadamente a la gata, pero no había rastro de ella. Fue entonces cuando, al oír el maullido débil del animal, la encontró escondida detrás de una pared de drywall. El panorama era aterrador: tres pipetas de gas estaban peligrosamente cerca de caer al vacío. “Sin pensarlo, comencé a romper la pared con los puños”, relató Yurani, “ignorando el peligro inminente”.
Finalmente, tras lo que pareció una eternidad, Yurani logró sacar a la gata de su escondite. La metió en una guacal y, con sumo cuidado, descendió la escalera para entregarla a la familia que la esperaba con lágrimas en los ojos. La gata fue trasladada de inmediato a un centro veterinario, mientras Yurani se quedaba en el lugar, comprometida a seguir ayudando en lo que pudiera. También lograron rescatar a un perro, que fue llevado a un hogar de paso cercano.
El heroísmo de Yurani no pasó desapercibido. Su acto de valentía, en medio de una de las tragedias más significativas que ha vivido Ibagué, es un recordatorio del poder del amor y la compasión en los momentos más oscuros. En una jornada marcada por la pérdida y el dolor, el rescate de un gato se convirtió en símbolo de esperanza, y Yurani, en una heroína que, con sus propias manos, “arrancó una vida de las garras de la muerte”.
Mientras las cenizas de décadas de esfuerzo cubrían la calle, la figura de Yurani emergía como un faro de luz en medio de la oscuridad. Su agradecimiento hacia quienes se preocupan por el bienestar animal y su compromiso inquebrantable con su labor inspiran a toda una comunidad que, en medio de la tragedia, encontró “un milagro de vida”.
